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Capítulo 2: Todos malditos

Los días que siguieron a continuación, fueron como una estadía en el Paraíso para Gerlof. Se pasaba el día correteando por el barco detrás de Liselot. En ocasiones ella se sumergía y volvía con estrellas de mar y caracolas que ponía a los pies de él como una ofrenda. Mientras tanto, el Sirene avanzaba lento por esas aguas tranquilas, ya que al parecer Poseidón se había confabulado con la sirena para que no los alcanzara alguna tormenta, o cualquier indicio de mal tiempo. Las noches eran solo de pasión para los amantes. Liselot no volvió a sumergirse con la intención de hacer daño. Estaba tranquila, pues se sabía protegida por el capitán. Pero sabía que esa calma no iba a durar para siempre. Tarde o temprano Gerlof regresaría a tierra firme, y ella no permitiría que humana alguna se lo arrebatara. Mientras no se saciará de él, lo tendría junto a ella. -¿Eres feliz? -le preguntó ella un día. Él pareció pensarlo antes de responder, como si buscara la razón dentro de su cabeza. Y

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